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Read Ebook: El cocinero de su majestad: Memorias del tiempo de Felipe III by Fern Ndez Y Gonz Lez Manuel

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Ebook has 8168 lines and 142054 words, and 164 pages

--?El que ha herido ? don Rodrigo?

--S? por cierto.

--?Y por qu? le ha herido?

--Defendiendo la honra de una mujer.

--?Ah! ?ah! y... ?qui?n es ella?

--Una dama ? quien vuestra majestad y yo apreciamos mucho.

--Pues no... no acierto.

--Do?a Clara...

--?Ah! ?s?! ?vuestra menina! quiero decir, vuestra dama de honor... porque ya recordar?is que hemos convenido en que es ya muy crecida para menina... la bella y honrad?sima do?a Clara Soldevilla.

--Y adem?s, est? ya en buena edad para casarse--dijo la reina.

--Casarse... si bien... es una mujer envidiable... yo s? de muchos que la han solicitado, que han querido casarse con ella... pero ella no ha querido ? ninguno.

--Yo aseguro ? vuestra majestad, que con quien yo querr?a casarla es muy del agrado de do?a Clara.

--?Y qui?n? ?qui?n es ?l?

--El vencedor de don Rodrigo Calder?n.

--?El sobrino de mi cocinero!--exclam? con desprecio el rey--. Esa es una alianza indigna de do?a Clara; mi valiente coronel Ignacio Soldevilla, tendr?a mucha raz?n de enojarse conmigo, si yo introdujera en sus cuarteles un mandil y un gorro blanco: eso no puede ser... no ser?...

--Los reyes ennoblecen--dijo contrariada la reina.

El padre Aliaga acudi? en socorro de Margarita de Austria.

--Ese joven--dijo--, no es sobrino del cocinero mayor.

--?Pero en qu? quedamos? ?qu? es ese mancebo?

--El se cree hijo de Jer?nimo Mart?nez Monti?o, hermano de Francisco Mart?nez Monti?o, cocinero de vuestra majestad; pero no es as?... es... hijo de padres muy nobles, como lo reza esta carta--dijo el padre Aliaga, presentando al rey la tan tra?da y llevada carta de Pedro Mart?nez Monti?o ? su hermano.

--Leedme, leedme esa carta, padre Aliaga, y veamos esa historia.

El padre Aliaga ley? la carta de la cruz ? la fecha.

--Esa carta es una buena historia--dijo el rey--; pero en esa historia faltan los nombres de los padres; nada hacemos con eso.

--Los padres, se?or, son, seg?n dice Francisco Monti?o, el duque de Osuna.

--?Oh! ?mi altivo Gir?n! ?y ella?

--Ella, seg?n dice el t?o Manolillo, es la duquesa de Gand?a.

--?Ah! ?la duquesa de Gand?a! ?ah! ?ah! ?el duque de Osuna... y la duquesa de Gand?a!... ?por San Lorenzo nuestro patr?n! eso es ya distinto... ?y lo sabe eso do?a Clara?

--Lo ignoro, se?or.

--Si no recuerdo mal--dijo el rey--en esta carta que acab?is de leerme, padre Aliaga, dice que ese mancebo no ha estado nunca en la corte; si lleg? anoche, ?c?mo conoci? ? do?a Clara? y aun dada la ocasi?n de conocerla, ?c?mo se enamor? ella de ?l? Esto es extraordinario; esto no puede creerse; por otra dama debi? re?ir con don Rodrigo ese Joven... precisamente, ? yo no lo entiendo.

Afortunadamente el rey se hab?a extendido en sus consideraciones, y hab?a dado tiempo ? la reina de improvisar una respuesta.

--Fu? una casualidad--dijo Margarita de Austria--; al venir nuestro joven ? Madrid con esa triste carta de su t?o, que acaba de leernos el padre Aliaga, vino naturalmente al alc?zar ? buscar ? su otro t?o; por un descuido de los maestresalas, perdido en el alc?zar, se encontr? en la galer?a obscura ? donde corresponde la puerta del cuarto de do?a Clara, y oy? voces de dos personas.

--? Ah! ?una aventura como las de las comedias de Lope de Vega!--dijo el rey--. ?Y esas dos voces eran de una dama y de un gal?n?

--Eran las de don Rodrigo Calder?n y do?a Clara Soldevilla.

--?Ah! ?conque al fin la riguros?sima do?a Clara...?

--Nada de eso; como don Rodrigo es tan audaz, tan miserable, tan malvado, hab?a corrompido ? una criada de do?a Clara, y ?sta hab?a robado ? su se?ora una prenda muy conocida y la hab?a entregado ? Calder?n. Este, prevalido de la prenda con que hab?a querido obligar ? do?a Clara, se hab?a introducido en su aposento.

--?Ah! ?ah! esto es grave, grav?simo...--dijo el rey--ese don Rodrigo es demasiado voluntarioso y bien poco mirado... ?atreverse ? una dama tal como do?a Clara, ? quien sabe que tienen sus reyes en gran estimaci?n y poco menos que como ? una hija! ?Una dama ? quien ha dejado en nuestra servidumbre un buen caballero, que derrama su sangre en nuestro servicio, seguro de que la reina ser? para ella una madre... seguro de que bajo el amparo de la reina estar? ? cubierto de asechanzas!

La voz del rey, al decir esto, temblaba de un modo particular.

--A pesar de mi protecci?n, se?or--dijo sonriendo la reina--, se han puesto grandes tentaciones delante de do?a Clara, y ? no ser ella tan honrada, tales han sido algunas, que todo mi poder no habr?a podido salvarla...

--S?, s? dijo el rey, ? quien parec?an atragant?rsele las palabras, seg?n se le enredaban las letras y aun las s?labas--; do?a Clara, en efecto, vale mucho... ha podido suceder que personas ilustres hayan tenido... puede ser que... hayan ca?do en una tentaci?n disculpable... porque... puede... s?... pero en fin... ?y qu? prenda era la que don Rodrigo supon?a haber recibido de do?a Clara?--a?adi? el rey, saliendo bruscamente del discurso en que se hab?a embrollado, porque le acusaba la conciencia.

--Un hermoso rizo de cabellos negros, sujeto... con... no recuerdo...--dijo la reina poni?ndose un rosado dedo en los labios, como quien medita...--?ah! ?s?!... con un peque?o lazo de diamantes... en el cual estaban esmaltadas nuestras armas.

--?Nuestras armas!

--S? por cierto; era uno de los seis lazos que para que me sirviera de sobreherretes, me hab?a regalado vuestra majestad.

--?Ah! ?s?! recuerdo ese regalo.

--Yo hab?a dado uno de esos lazos ? do?a Clara.

--Pues se conoce que estima en poco vuestros regalos do?a Clara--dijo el rey--, cuando as? los da ? sus enamorados.

--?Pues si do?a Clara no le ha dado ? don Rodrigo!

--?Pero c?mo le ten?a don Rodrigo?

La criada, ? quien hab?a sobornado don Rodrigo, hab?a robado, por insinuaci?n de ?ste, ? su se?ora.

--Pero, ?c?mo sab?a don Rodrigo que do?a Clara ten?a el tal lazo?...

El padre Aliaga, que escuchaba en silencio y con la cabeza baja este di?logo, oraba en el fondo de su alma porque la reina saliese bien del atolladero en que se hab?a metido; la reina, sin embargo, no demostraba la menor turbaci?n.

--Don Rodrigo--dijo--sab?a que do?a Clara pose?a aquel lazo, porque le ha llevado muchas veces sobre el pecho delante de la corte; porque han hablado mucho del tal regalo las damas; porque es una prenda muy conocida de do?a Clara; si no hubiese sido conocida aquella prenda, ?para qu? la quer?a don Rodrigo?

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